actitudlibre Por: Andrea Cardona
3/12
Poco después de escalar mis primeras montañas como
parte del programa que me había planteado, y de revisar mi calendario de
entrenamiento, me percaté de que los siguientes meses iban a estar llenos de
situaciones y escenarios un tanto desagradables e incómodos.
Cumplir con la meta de escalar el Everest
significaría atravesar un periodo de dos años, en los cuales solo dormiría en
promedio 200 noches por año bajo una carpa –diminuto espacio de menos de dos
metros cuadrados- en el suelo y dentro de un saco de dormir, es como estar en
un apretado capullo, a merced de los cambios de clima, el frío intenso y muchos
otros retos.
Para tomar agua, tendría que derretir nieve,
alimentarme con comida deshidratada, “ducharme” con toallitas húmedas y ni
contar con un inodoro. Estar en sitios donde tampoco hablan tu idioma, eran
situaciones que en lo personal, prefería evitar.
Pero sin la decisión de renunciar a mi comodidad y
mi seguridad, nunca hubiera llegado a la cumbre más alta del mundo, y eso es un
paso obligatorio hacia la conquista de tu sueño.
Con el tiempo, todos reunimos una serie de hábitos
que nos restringen… hábitos que nos atrapan en una supuesta zona de comodidad
muy por debajo de lo que nuestro potencial nos permite alcanzar. Muchas veces
tememos al riesgo y al cambio y por ello, caemos en una rutina que limita
nuestro potencial. No esperemos resultados distintos en nuestra vida si
seguimos haciendo las mismas cosas. Es hora de tomar la decisión de gobernar tu
vida y no que “la vida” te gobierne a ti.
¿Sabías que…?
Los peores riesgos al estar en la montaña, que
afectan a todos sin excepción, ocurren por la altitud.
Falta de oxígeno. A 5,500 metros de altura, cada
respiración aporta la mitad de moléculas de oxígeno en comparación con la misma
respiración al nivel del mar. Por eso, los pulmones deben realizar un doble
esfuerzo para satisfacer las necesidades de oxígeno del cuerpo. La cumbre del
Everest está a más de 8,000 metros de altura, donde solo entra el 10% de
oxígeno al cuerpo.
Edema cerebral. Éste se produce porque el flujo sanguíneo
aumenta en el cerebro por la necesidad de oxígeno, haciendo que se hinche.
Ocasiona confusión, somnolencia, alucinaciones y hasta ¡coma!
Congelamiento. Un escalador que comienza a sentir pérdida de
sensibilidad en alguna de sus extremidades debe tratar de calentarlas inmediatamente.
El frío a esta altitud puede llevar a amputaciones de dedos, manos, pies, orejas,
etc.
Andrea Cardona fue la 1ª mujer centroamericana en
escalar el Everest. Facebook.com/RumboalEverest.
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